La
investigación sobre el origen y desarrollo de las Bellas Artes se orientó con
el hallazgo de ruinas de antiguas ciudades, que proporcionaron pruebas de su
arquitectura, escultura y pintura o bien de papiros y bajo relieves que, descifrados,
permitieron conocer su pensamiento escrito.
Para
nosotros la música es agradable o desagradable; alegre o melancólica;
ceremoniosa o íntima; la escuchamos, la cantamos, ejecutamos o bailamos. Si nos
emociona el contenido de sus versos, actúa en nuestro intelecto; si nos
conmueve su melodía, actúa en nuestra sensibilidad. Pero para el hombre
primitivo los sonidos tuvieron otro significado.
Rodeado
de misterios cuyo origen ignoraba, como el nacimiento y la muerte, el día y la
noche, la lluvia, truenos, relámpagos, inundaciones, sol abrasador, calor
implacable, sequía, viento, nieve, frio, etc., su instinto le hizo buscar
medios para impedir lo que le perjudicaba y conseguir lo que le beneficiaba.
Músicos prehispánicos modelados en arcilla |
Creyó
lograrlo con gritos, ruidos y danzas, pintando su cuerpo y cubriéndose el
rostro con máscaras que “imitaran” esas fuerzas misteriosas que manejan los
fenómenos (los que nosotros llamamos “Naturales”), porque al imitarlos, suponía
dominarlos.
Entonaba
cantos formados por pocos sonidos: dos o tres, que giraban alrededor de uno
principal, cuando no era una especie de parlamento sobre un sonido único,
insistente, acompañado del ritmo de instrumentos tipo maracas (que se sacuden)
mientras profería una fórmula mágica que se repetía obsesivamente durante
horas, hasta caer en un estado de enorme excitación o embriaguez. Con ello
esperaba conseguir que los espíritus sobrenaturales obedecieran a algo que
consideraba un medio infalible: el sonido
Además,
para que ese sonido tuviera características especiales de conjuro, su voz debía
ser distinta de lo humano, de lo natural; por eso la deformó hablando, gruñendo
o gritando a través de un tubo de hueso o madera con una membrana vibrante, que
produce un sonido nasal, hiriente y penetrante.
Según
la creencia, dentro del tubo está encerrado el espíritu; de ahí que se lo
venere y se prohíba exhibirlo a nadie a nadie que no esté iniciado (lo mismo
ocurriría con instrumentos que se inventaron después)
Como
entre la siembra y la cosecha el hombre es impotente, es común que recurra a la
“magia” para lograr la fertilidad de la tierra, usando diversos conjuros;
algunos rítmicos, como golpear el suelo sembrado con bastones y palos que
llevan colgadas piedras o frutos secos con semillas dentro; otros consistentes
en cantos y danzas alrededor del suelo sembrado.
Como
esa música es lo único que puede lograr lo que el hombre anhela, no puede
variarse; tiene que ser la misma para cada necesidad. Son modelos fijos que se
cantarán o ejecutarán fielmente, constituyendo una magia ingenua, sincera y
utilitaria que con el correr del tiempo fue superstición.
Tal
sería la fuente de donde surgieron composiciones musicales que durante siglos
se usaron en diversos pueblos, y que consisten en modelos invariables que ni el
bailarían, ni el cantante, ni el ejecutante podían cambiar: el “raga” de los
hindúes, el “magán” de los árabes orientales, el “nomos” de los griegos, el
“nigún” de los judíos, ect.
Sach,
Curt, Musicología comparada, pág. 65, Eudeba
Combarieu, Jules, La música, sus leyes y su evolución