«…Nacido con un temperamento ardiente y activo, susceptible aun de los deleites de la vida social, he tenido que apartarme prematuramente de los hombres para llevar una vida solitaria … ¿cómo podría haberme resignado fácilmente a la debilitación de un sentido que tenía para mí un valor mucho más alto de que podía tener para otro cualquiera…? ¡Oh, no me era posible tolerarlo! Perdonadme, pues, si vivo apartado de vosotros, cuando mi gusto sería compartir vuestra compañía. Mi desgracia es doblemente dolorosa, viendo que es el motivo de que no se me comprenda. No puedo encontrar goce en las relaciones humanas, ni en las conversaciones, ni en las mutuas efusiones con mis semejantes. Debo de vivir en la soledad más espantosa. Cuando me acerco a una tertulia me sobrecoge el angustia de que puedan advertir mi sordera… ¡qué humillación para mí cuando alguien escuchaba a lo lejos una flauta, cuyas notas yo no podía oír, cuando no podía escuchar el canto del pastor que otros lograban oír! Estas desgracias me llevaron al borde de la desesperación.
¡Oh Dios, que ves en el fondo de
mi corazón, que sabes de mi amor hacia los semejantes y el anhelo que tengo de
hacer bien! Los que algún día leáis esto, pensad que habéis sido injustos conmigo
y que el hombre que parecía tosco y rudo fue un desgraciado que, a pesar de
todas las trabas de la naturaleza, hizo cuanto pudo para ser digno de la alta
misión del artista y del hombre…»
Ludwig van Beethoven