domingo, 27 de agosto de 2017

El primer teatro de Buenos Aires

En 1750, en tiempos del gobernador José Andonaegui, llegó a buenos aires Domingo Saccomano, un italiano nacido en Bari que era flautista y empresario teatral. Consiguió del gobernador permiso para levantar un teatro en 1755 y, asociado con un rico zapatero español, Pedro Aguilar, comenzó a levantar el “Teatro de Óperas y Comedias”, el primero que existió en la ciudad. Compulsando distintos padrones de la época, se ha podido ubicar el solar donde se levantó este primer teatro: en la actual calle Alsina. Domingo Saccomano arrendó en enero de 1756, a Doña Tomasa Arce, un terreno en la ubicación citada para “fabricar un teatro de óperas y comedias”, según dice la escritura original. Además del sitio indicado, se construyó una cochera adyacente al terreno y un cuartito con puerta la calle. En la construcción del teatro se emplearon ladrillos, maderas y tejas según documentos de la época. En mayor de 1757 todavía no estaba concluida la obra, pero en septiembre de ese año el teatro finalmente abrió sus puertas e inició sus funciones. El teatro tenía quince varas de frente por setenta de fondo y contaba con platea, palcos y cazuelas para las mujeres solas. El gobernador tenía su palco y a las funciones asistió Don Pedro de Ceballos quien ocupaba ese cargo desde en noviembre de 1756. El palco vecino fue adquirido por Francisco Pérez de Saravia en 450 pesos y medía “tres varas de frente por dos y media de fondo”; el dueño poseía llave de la puerta del palco y podía invitar a las personas que desean que sin límite de número. El arriendo del palco era de por vida pero las sillas las tenía que llevar de su casa.


    En este teatro se representaron óperas con varios cantantes que habían sido traídos del Brasil. Un destacado músico italiano y empresario teatral Bartolomé Massa estreno varias ópera suyas en este teatro. Bartolomé Massa había llegado a buenos aires en 1752 y músico en la catedral. Las funciones fueron de agrado del público de Buenos Aires, que concurría en gran número las noches de función pero intransigente Obispo Cayetano Marcellano, cuya residencia estaba en las cercanías del teatro, se quejaba de los ruidos que ocasionaba las funciones y de lo tarde que éstas terminaban. En 1759 este prelado pidió la clausura del teatro y que Pedro Aguilar regresar a España donde vivía su mujer. El Obispo le dio ocho meses de plazo para que dispusiese de todas sus cosas. El nueve de mayor 1759 se amenaza con excomunión mayor a Aguilar por no haber partido en el navío que salía para España y “por haberse representado la ópera en dicha casa el domingo seis del corriente por la noche”.


    Como el Obispo partió para Charcas en esos días, se acusó a Aguilar de esperar a esta oportunidad para seguir con las representaciones. A pesar de haberse verificado “por personas de juicio que se guarda buen régimen para la separación de los sexos durante la funciones”, la situación de Aguilar se hizo insostenible. Aguilar protestó diciendo que los gobernadores Adonaegui y Ceballos le permitieron construir el teatro y que él había invertido en la obra todos sus bienes y que además había tomado prestado por los grandes costos de su construcción.


    Entonces Bartolomé Massa y Francisco Vendemer ofrecieron hacerse cargo del teatro “movidos por el universal sentimiento que ha ocasionado en el público la suspensión de las óperas que se empezaron a representar en 1757, han decidido seguir adelante con tan lícita y justamente permitida recreación, haciendo los arreglos con dicho Señor Pedro Aguilar, para que les seda éste la casa con todos los instrumentos conducentes a los efectos de su destino, corriendo por su cuenta en adelante la representación de las óperas… Se hallan los suplicantes en estado de poder inmediatamente sufragar los votos comunes del pueblo con la representación de una ópera y continuar con otras varias en el resto del invierno… El público falto de otras diversiones anhela por tan honesta y lícita recreación…”
Este escrito de Bartolomé Massa y Francisco Vendemer fue contestado el 10 de julio de 1759, decretando que “se concedía a los interesados la licencia para representar las óperas, empezando la operación para que se acabe temprano y el Sargento mayor de esta plaza se celará que así se observe, haciendo poner en el corral y puertas de dicha ópera los soldados que fueran necesarios para que de esta suerte se ataje cualquier ruido su alboroto que se pueda suscitar en ella”.


    Las representaciones continuaron hasta el 15 de octubre de 1751, en que Pedro Aguilar vendió a la propietaria los ladrillos, maderas, tejas y demás materiales del teatro. La Señora de Arce le vendió en mayo de 1764 el lugar a Francisca de Sorarte en 2000 pesos, y la escritura menciona que: en este sitio estaban edificados el “un salón que sirvió para las óperas que hubo en esta ciudad, una cochera y un cuartito compuerta la calle”. En 1760 la esposa de Don Agustín de Pinedo, que era Hermana de la propietaria del teatro, ofreció un banquete de 50 cubiertos en el salón donde funcionó aquel y después hubo danzas, terminando la fiesta a las dos de la madrugada. Pinedo vivía al lado del local que funcionó como teatro.


    El Teatro de Óperas y Comedias fue el primero de la ciudad, anterior en 26 años al teatro de la ranchería que se levantó a la misma calle Alsina, y en el cual se representaron óperas  por primera vez en Buenos Aires.


Vicente Gesualdo, La Música en la Argentina

lunes, 21 de agosto de 2017

El tiempo musical

    Del latín tempus, es la velocidad con la que se interpreta la música. El tiempo se organiza en torno al compás como unidad de medida. El tiempo musical se mide con el “metrónomo” que es una especie de cronómetro musical. La referencia de del tiempo es el mismo pulso humano, unas 60 pulsaciones por minuto (cosa que coincide con los segundos del reloj 60 por minuto).




    Pero en la música el tiempo no es absoluto, depende de los intérpretes, los directores de las orquestas, de los instrumentistas, etc. es sin dudas uno de los elementos más importantes de la música. El tempo no indica solo la velocidad de una obra musical, sino que tiene un gran poder expresivo y los músicos debemos intentar descubrirlo.


    Los aires de compás se expresan con palabras en italiano que le sirven al intérprete de música como guía para tratar de recrear la obra de la forma más fiel posible.



Aires
Largo
Muy despacio
Adagio
Despacio
Andante
Tranquilo
Allegro
Rápido
Presto
Muy rápido
Vivace
Vivo

Diminutivos
Larghetto
Menos despacio que Largo
Andantino
Menos tranquilo que Andante
Allegretto
Menos rápido que Allegro

Aumentativos
Prestissimo
Más rápido que Presto
Vivacissimo
Más rápido que Vivo

Indicaciones que aumentan o disminuyen la velocidad
Acelerando
Aumentando poco a poco
Rallentando
Disminuyendo poco a poco

Otros términos
Assai
Bastante
Molto
Mucho
Sostenuto
Sostenido
Con moto
Con movimiento
Ma non troppo
No demasiado
Piu
Más
Meno
Menos
A tempo
Volver al tiempo del principio



Algunas curiosidades



  • Las primeras indicaciones del tempo aparecen en partituras de la abadía de Saint Gall, del siglo XI, con palabras como “Celeriter” y “Tenere” sobre algunas notas

  • La primera medida del tiempo es “Tactus” en el siglo XV

  • En el Barroco, el poder expresivo de la música se manifiesta a través de los contrastes entre los números de la suite.

 

El tiempo en Wagner

«Hablando de mi experiencia diré que mis primeras obras operísticas solía llenarlas de indicaciones sobre el tempo de modo tan preciso, que incluso añadía números de metrónomo. Pero un día oí un tempo en la representación de Tannhäuser, el director, para protegerse de mis recriminaciones me dijo que había seguido al pie de la letra mis indicaciones. Comprendí entonces lo inseguras que pueden ser las matemáticas en relación a la música y, desde entonces, no solo omito los números, sino que me limito a seguir los tempos principales con unas indicaciones muy generales.
R. Wagner